Guía para convivir con tu pareja y no morir en el intento

LA PROPUESTA Un día te enamoras y sin darte cuenta la vida se vuelve de color rosa, las palomas te cantan, la gente te sonríe, y nada malo, ni siquiera una puteada de tu jefa se interpone en tu estado de felicidad. Hablas de política con el tachero, ayudas a una abuela a cruzar la calle, le compras un chocolate a un chico en la parada del bondi, aplaudís a una pareja de actores en el tren. Todo es perfecto. Ese día decidís que ya es hora de dar un paso adelante, de asentar cabeza, de abandonar tu bulo de soltera y proponerle a tu novio que se vaya a vivir con vos. Y si ya es hora… ya no tenes la energía de hacer bolsito cada vez que te queres ir a dormir a la casa de él. Es la hora de juntar los trapitos. Entonces se lo propones. Esa noche cenan a la luz de vela, piden sushi, descorchan un shampoo para celebrar la decisión y tienen el mejor sexo de sus vidas.

LA MUDANZA Te dispones a diseñar el esquema de donde iría cada cosa, a lo Marie Kondo, pero sin tanto agradecimiento y biri biri. Entonces deshacen juntos las cajas, las valijas, vas acomodando la ropa de él, aprovechas y te pones (junto con él) hacer algunas reformas de la casa (y lo incluís a él en las decisiones… ¡sí incluilo!). De que color vas a pintar la pared, la distribución de los muebles (si vale la pena que él traiga algo de su casa). Y entre risas, cajas y copas de vino volvés a tener sexo, sin tensiones ni ataduras en medio del desorden

LA PRIMERA SEMANA Para esta altura todo fluye como te lo imaginabas: él como todo caballero te ayuda hacer la cama, a lavar los platos, te trae el café. Te dice buen día mi amor. Te habla aunque vos odias que te hablen por la mañana, pero no decís nada porque pensás: ‘bueno ya se va a dar cuenta’. Él tampoco dice nada cuando el gato empieza a maullar a las 6 de la mañana o cuando se despierta con tus ronquidos porque piensa: ‘bueno es por hoy nomás, seguramente comió algo que le cayó mal. Seguro que el gato tiene hambre’, reflexiona mientras mira el techo. ‘La próxima vez le tengo que dejar comida.’

LA PRIMERA PELEA Las semanas pasan y aquello que dabas por sentado de que iba a cambiar … no cambia. Y claro ni las cosas o las personas cambian por arte de magia. Cada uno tiene sus manías, sus tocs, sus obsesiones, sus fobias. A veces o en la mayoría de los casos a uno le da paja tener que dar explicaciones o sentarse para hablar de lo que no le gusta. Por eso de un minuto a otro vos, sin querer, te encontrás atrapada en tu propia trampa. Empezas a subir el volumen de voz, a verte como tus palabras se vuelven lanzas de fuego, las venas se inflan, tus ojos estallan de rabia, y todo por alguna pavada que él dijo del cual vos no estás nada de acuerdo. Ahí lo que tenés que hacer es parar el carro y rajar de ese departamento o casa lo antes posible. Podés aprovechar para pasear el perro, ir a visitar alguna amiga. No te aconsejo que agarres el auto porque en tu estado mental sos capaz de cometer alguna imprudencia. Tampoco te recomiendo que vayas al supermercado o al shopping. No hay nada mas peligroso que gastar plata cuando estás con bronca. Ni hablar las puteadas que se comería el pobre cajero. Vos salí a tomar a aire. A despejar la cabeza, a fumar un pucho o un porro. A reflexionar sobre lo que pasó. Despues volvé, tomate un vino y hace el esfuerzo de decir con palabras prudentes y de manera amena lo que te molesta.

LA NECESIDAD DE HACER UNA ESCAPADA CON AMIGOS Ok ya te peleaste una vez. Ahora empieza a pasar otra cosa: Te cansaste de verle la cara todos los días, de escuchar sus conversaciones telefónicas, de que los platos sucios se vayan acumulando en la cocina, que quiera ver siempre las mismas películas bobas, los gritos de los partidos de los domingos, la tapa de la pasta de diente abierta que se seca, los eructos, los pedos, que cague sin cerrar la puerta del baño. Cuando llegues a ese nivel de atropello, cuando veas que tu pareja se volvió un ser de las cavernas, cuando el grado de intimidad escatológico llegó a su máximo estado de expresión. Ahí te tomas unas mini vacaciones con tus amigos. La recomendación es decirle sin pelos en la lengua que ya no aguantas mas, que necesitas aire. Que para que la pareja funcione necesitas tu tiempo de intimidad. Que tu cuerpo y alma pide a gritos un distanciamiento para que puedan volver a extrañar lo que te había enamorado el primer día. Si no lo entiende, bueno entonces me replantearía muy seriamente si vale la pena estar con una persona así. Si lo entiende entonces hace el bolso y tomate el palo. El plan: lo que vos quieras. Desde dártela en la pera un fin de semana al estilo 'Pánico y locuras en Las Vegas' hasta un fin de semana de meditación en las sierras de Córdoba. Sea como sea volves hecha una lechuguita, te convertís en un corcel recién domado y volves a ese estado de cachorita con ganas de hacer mimos, cucharita y comidas a la luz de la vela. El ciclo vuelve a su estado inicial. Y volves una vez mas a empezar con amor: Hablas de política con el tachero, ayudas a una abuela a cruzar la calle, le compras un chocolate a un chico en la parada del bondi, aplaudís a una pareja de actores en el tren.