El liberador.

Nunca creí que el camino a mi vocación me llevara a experimentar la desobstrucción de cañerías. Empece un día y sin darme cuenta pasaron años de darle paso a lo que estaba obstruido.

Los días de trabajo suelen ser parecidos, como cualquier trabajo. Se trabaja de 8 a 6, y hay días que las cosas te salen automáticas que no aportan nada significativo. Pero ningún día es igual a otro, cada día entramos en una casa nueva o una oficina desconocida, en algún rincón recóndito de la ciudad. Pasamos por puertas insignificantes que al abrirse aparecen jardines selváticos, silenciosos; o por entradas espectaculares que dentro no serian mas que meros depósitos.

Entrar a una casa e ir hasta la rejilla en cuestión siempre es un recorrido que se hace con paciencia y respeto. La persona encargada de recibirte te va guiando hasta dicho lugar con frases de ascensor. Esta persona no siempre es la dueña de la casa, muchas veces será un familiar o amigo que esta cubriendo la urgencia y esperándonos. Pero si es su propia casa que ira todo el camino explicando como se dio cuenta de que el caño se tapo, cuales fueron cada uno de sus intentos por destaparlos, cada cuanto le pasa o incluso alguna detalle mas particular. Como la señora Ofelia, que depures de ir 4 veces en un año me confeso que vaciaba todo el mate por la bahía de la cocina. A Ofelia la conocí en la casa de una amiga de ella, estaban las dos juntas cuando destape su cañería y ambas me escuchaban contar mis recomendaciones para evitar el colapso temprano de sus cañerías, aunque obvio hizo caso omiso a todo lo que dije. Su casa me parecía encantadora, con muchas plantas y una decoración alegre, con colores vivos pero no chillones, me daba paz entrar ahí. No le cobre lo mismo las siguientes veces que fui porque sabia que esas cañerías estaban viejas y un poco sospechaba que ella me llamaba para charlar.

Pero no todas las casas son como las de Ofelia. Hay lugares donde el aire es pesado. Ver las cosas que salen dentro de esas venas de desechos que tenemos dentro de las paredes, también habla un poco de nosotros. Sacamos cosas horribles de las cañerías siempre, pero hay veces que es peor. Peor porque estas ahí dentro y ya no te sentís cómodo, y sin querer ver en detalle ves rápidamente esa mezcla de comida, pelos, yerba, esa pelusa gris oscuro húmeda y la encontras mucho mas desagradable. A veces pienso que los olores son el problema, pero sin duda peor es mirar, y eso que no soy impresionable.

Ir a las oficinas es distinto, hay algo impersonal en esas obstrucciones. No hay pelos, pero notoriamente mas comida. Los fideos que sobran van directo a los desagües, me imagino a los encargados de limpiar los platos de los jefes tirado todos los fideos que no comieron directo por ahí, como si tuviéramos esas cañerías que tienen los yankies que trituran todo tipo de basura, pues no acá eso no es así. O como en el negocio de Ruben, un negocio de herrería que tuvimos que ir una vez sola pero tardamos tanto en destaparla que ya teníamos publico cuando termino de salir la obstrucción principal y fue una pata de pollo enrollada con hilos de nylon que usaban para atar no se que cosa. Casi que se arma una investigación policial buscando quien había sido el ultimo que comió pollo y de como había llegado a pasar hasta ahí. Ruben parecía un hombre tranquilo pero la situación lo puso mal a tal punto que sentía que le estaban queriendo decir algo, algo que se lo habían hecho apropósito, yo trate de calmarlo y explicarle que podría estar hace mucho ahí.

Destapar cañerías se siente bien, liberas a las personas de una incomodidad, liberas cosas.