La gata Cata

Estaban sentadas en el consultorio, frente a frente. La médica ocupaba un sillón grande Cada una de un lado del escritorio. La médica se puso los lentes y miraba la computadora. Marina no podía quedarse quieta, movía las manos, se agarraba una con la otra. Permanecían en silencio. Marina visiblemente inquieta, la médica concentrada en la pantalla. Luego de unos minutos, la doctora se sacó los lentes y le dijo:

  • Contame
  • Hoy entré a mi casa y vi una mancha en el piso, al lado de la puerta. No me preocupé porque ella ya no menstrúa pero sé que puede pasar. Después fui a dejar las llaves en la mesita y ahí vi la otra, mucho más grande. Pero ella no estaba por ningún lado. Hasta que la vi sobre mi cama. Estaba sobre una enorme mancha roja hecha un pegote de pelos, sangre, no sé, intenté revisarla pero no vi nada, y también me daba miedo tocarla mucho. Era muy impresionante, creo que medio me desmayé, pero cuando pude la envolví en una toalla y la traje para aca. Entró una enfermera o asistente de la veterinaria, y comenzó a limpiar a la gata con alcohol o algún desinfectante. Cata emitía unos sonidos que Marina no conocía. Marina la miraba esperando algún comentario o leer algo de su expresión facial. La enfermera estaba absorta en su trabajo y no levantaba la mirada ni decía nada.
  • ¿Antecedentes? Estoy viendo acá que la última vez la trajiste con insuficiencia hepática.
  • Sí, pero ahora ya está re bien, por suerte. Todavía hace alguna vez en el piso o algún lugar de la casa pero en general aguanta bien, hace en las piedritas. Fue hace tres meses, estuvo internada y le cosieron una hemorragia interna pero se recuperó bien.
  • ¿Algo más?
  • Temas dermatológicos. En realidad me habían dicho que eran nervios. Se le caía el pelo, tenía como manchones y tuve que bañarla varios meses con un shampú especial y ponerle una crema.
  • Ajá, dijo la médica.
  • Doctora, estamos,- dijo la enfermera. La veterinaria se paró y se acercó a Cata que estaba inquieta y se quejaba tocar.
  • La vamos a anestesiar un poco para poder revisarla bien. Sacó una jeringa, la cargó rápidamente y a los pocos segundos la gata estaba sin conocimiento. Estaba como dormida pero no, algo de su expresión era diferente, la lengua parcialmente afuera, la forma en la que caía el peso del cuerpo sobre la camilla. Marina quería mirar pero cuando la miraba no podía evitar correr la vista. Sacó su teléfono. Se puso a mirar fotos de Cata. Vio las fotos de ese primer día cuando su mamá la había traído. Se la había regalado un vecino, su gata había tenido diez crías y ella había ido ubicándolos uno por uno. Le pusieron Cata por la protagonista de una serie que ella miraba en esa época. Siguió mirando fotos. Cata con todos los miembros de la familia, Cata a upa de su mamá, de su papá, Cata en la casa de la calle Rivera, siempre junto a ellos a lo largo de tantos años.
  • Ya sé que está viejita,- un poco me vengo preparando hace mucho. No quiero que sufra,- dijo Marina. La médica y su asistente parecieron no escucharla y siguieron haciendo lo que sea que estaban haciéndole a Cata. Marina siguió mirando fotos, de alguna manera la tranquilizaba. Saber todo lo que habían vivido juntas, que le había dado todo, este momento iba a llegar. Solo quería que ella no sufriera. Le escribió a su hermana: “Estoy en la vet de emergencias, algo tiene Cata, todavía no se qué. Tengo miedo”.
    El tiempo no pasaba, necesitaba saber algo pero a la vez se daba cuenta de que tenía que esperar un poco más. Cuando se animaba a mirar veía a la médica ir recorriendo el pelaje de Cata, la cabeza, la boca, palpaba y acercaba cosas, un estetoscopio, un termómetro.
  • Me estoy por mudar justo, con mi novio, me preocupa que no se adapte. La médica y la enfermera siguieron ignorándola. Volvió a retorcerse las manos y abrió el celular otra vez. Volvió a las fotos y seleccionó las más lindas. Diez, que era lo máximo que le permitía el posteo. Abrió una nota de texto y escribió: “Cata, compañera de vida”, y se sintió en paz y preparada para este momento. Ya sabía que iba a pasar. Había imaginado otra cosa: Cata en sus brazos, ella cantándole una canción, tal vez filmarlo. Miró a su alrededor y vio un diploma enmarcado, un cuadro con razas de perro, y algunos afiches. Uno promocionaba alimento balanceado y otro contaba el servicio de cremaciones de mascotas. Se dio cuenta de que nunca había pensado qué haría. Trato de sacar eso de su cabeza pero tuvo una visión de ella misma en las sierras, dejando sus cenizas. Ella tenía planeado un viaje a Córdoba que había suspendido desde que Cata tuvo el tema del hígado.
  • Bueno, dijo la médica.
  • Sí, dijo Marina, pálida.
  • La gata está vieja y con algunos temas orgánicos, pero esto, aunque no lo puedas creer es solo una uña encarnada. A veces les pasa a los gatos, y se ve que se le infectó y se le cayó. Le vamos a dar antibióticos y debería estar bien. Las lágrimas contenidas comenzaron a caer por las mejillas de Marina, y sin darse cuenta de que hablaba dijo sollozando.
  • ¿por qué? ¿por qué? Morite ya de una puta vez.