Una noche

El restaurant que ya cerró las puertas y estamos solo nosotros. Con nosotros me refiero a los amigos de Michi y Flor. En realidad, los amigos de Michi y los amigos de Flor, que ya somos grupos que hace años coincidimos en fiestas y eventos varios, largos días de quinta y estadías en restaurants y bares después del cierre de persiana, como esta noche. Ellos son muy buenos anfitriones y ambos grupos tenemos compatibilidad festiva, particularmente en verano. Michi y Flor viven desde hace unos años Chile, pero después de años de presión corporativa sobre Michi se mudan a Tampa, y esta noche es su despedida. Del grupo de Michi hoy estamos solo Fabián, Kari y yo. Los demás son amigos de Flor, gastronómicos la mayoría, como Quique, el dueño del restaurant japonés en el que acabamos de cenar los más exquisitos manjares orientales regados de espectaculares vinos, todo al precio de lista, pero sintiéndonos muy VIP. Para esta altura ya tomamos bastante: vino, tragos, pero ahora empiezan a circular el champagne y el whisky. Las luces están bajas, la música alta, bailamos. Siguen saliendo las botellas, con Kari circulamos, nos reímos. Vamos al baño y nos encontramos al Calvo, un amigo de Flor con el que supe salir alguna vez, peinando rayas de cocaína en el mármol negro y brillante del baño para discapacitados. También está Claudio, otro amigo de Flor que era precisamente discapacitado. Había quedado paralítico en un accidente automovilístico, parece que el tiempo que demoró en llegar la ambulancia había sido algo clave para su estado, por eso después fundó una compañía privada de ambulancias. Nos quedamos un rato con ellos, conversamos. Claudio tiene la barba teñida de naranja, y Kari que ya está muy encendida no para de halagarla, igual que la camisa y todo su look. Lo felicita varias veces, le toca la barba. Él le agarra la mano. Volvemos al salón a seguir bailando. Calvo se me acerca y me habla pero no le entiendo. Insiste, yo sigo sin entender. Insiste una vez más. Yo entiendo cada vez menos. Lo llamo a Fabi que está cerca y le pregunto: ¿Qué dice? Calvo vuelve a hablar, pero yo sigo sin entender nada. Lo miro a Fabi y con un gesto pregunto si entendió. Me dice que no. Le digo a Calvo que en un rato cuando logre articular me lo dice y me voy a buscar a Kari. La veo sentada en una silla hablando con Claudio y sigo camino. Me lo cruzo a Pierre, un pastelero marido de una famosa bartender que me agarra de la mano y me lleva hasta las mesas, donde sube y me insiste para que suba y baile con él. Lo hago por cortesía y por inmediatez, pero apenas puedo me bajo porque quiero buscar más champagne. Lo hago mi voy con Fabi para el baño. Cuando volvemos, la vemos a Kari agachada sobre la silla de Claudio, no sé ve bien, ella está de espaldas, pero lo tapa bastante, él le toca o el culo o cerca. Con Fabi nos miraos y nos preguntamos mutuamente si se lo está chapando. Calvo nos persigue, insiste con decirme algo. Voy a la barra, charlo con Quique, el dueño del restaurant y me señala a Kari que está bailando arriba de la mesa y me pide que le saque los zapatos.

Escucho un ruido seco de esos que paran el mundo de golpe, que hacen que parezca que todo alrededor se calla, porque en realidad se callan todos los que no solo escucharon el golpe sino que también vieron lo que pasó y dicen en voz alta y de manera involuntaria cosas como uuu, o a la mierda -siempre marcando bien la r-. Y alguien, una o dos personas, siempre alguien reacciona y se muevo o se acerca, pero los demás quietos, duros, con el uuu todavía en la boca. Miro alrededor buscando descubrir qué es lo que enrarece así el aire, algo pasó, la música ya no suena o yo no la escucho y veo. La veo a Kari tirada en el piso. Tiene los ojos abiertos pero me doy cuenta de que algo está mal. Las que se acercaron son médicas, la sacuden, le golpean la cara y ella reacciona. El encargado avisa que llamó a la ambulancia. Llega la ambulancia pero le dicen que se vaya porque Claudio llamó a una de las suyas. De golpe me veo subiendo a una ambulancia, con mi tapado blanco y mi pollera verde musgo tableada que estoy estrenando y sigo entender qué pasó y cómo ahora estoy atravesando la ciudad, borracha y con mi amiga que me pregunta una y otra vez dónde estamos, dónde vamos y dónde está Matilda. Tiene un golpe en el pómulo. Pero habla, reacciona, estoy más tranquila que hace unos minutos. Llegamos al hospital y nos llevan a un box de la guardia. Kari sigue preguntando cosas, de dónde venimos, dónde estamos. Siento que le contesto como a una nena. Le pasan suero, la desvisten y la hacen mear en una chata. Viene una médica y confieso todo: tomamos un montón de alcohol y cocaína. Ella estaba bailando arriba de una mesa y de golpe estaba en el piso. No vi qué se golpeó. La médica me mira mal, me doy cuenta de que me juzga. La cara de Kari empieza a inflamarse cada vez más. Llega Michi con Claudio y yo me voy a un pasillo a hablar con él. Le cuento las cosas que dice Kari y me dice que me relaje, que está borracha. Me dice que no diga que tomamos algo, Le digo que cómo no me avisó antes. Vuelvo al box a ver cómo está Kari y lo encuentro a Claudio acariciándole la mano. Le digo que se vaya, que yo me quedo, que va a estar bien. Él me dice que me vaya a descansar, que él se puede quedar. Le digo que yo no me voy a ir y le pido que se vaya. Se va pero en el camino pisa cables del box de al lado con la silla de ruedas. Hay una chica, sin pelo y muy mal aspecto con su pareja, que lo putea, discuten. Salgo a ver a Michi y le pido que se quede con Claudio, que no entre más. Él me dice que se tiene que ir, en cinco horas es el cumpleaños de su padre en Mar del Plata, quedamos en hablar más tarde, le ruego que se lleve a Carlos, me lo promete y se va. Vuelvo a entrar y lo encuentro otra vez a Claudio, le está acariciando la pierna por debajo de la sabanita que a duras penas la tapa. Le pido que se vaya, insiste, le grito, el marido del box de al lado se vuelve a enojar y lo quiere cagar a piñas, yo estoy de acuerdo, finalmente se va. Después de n rato de contestarle de nuevo todas las preguntas, vienen a buscar a Kari para hacerle un estudio de imágenes. Me dejan esperando en un pasillo vacío, con tanques de oxígeno, botones y esas cosas de hospital que tanto invitan a tocar. Me siento en una camilla y decido que lo único que puedo hacer en ese momento es sacarme selfies. Cuando la vuelven a traer a Kari el pómulo es del tamaño de un pomelo y sobresale para todos lados. Le saco un par de fotos pero no se las muestro. Volvemos al box, ya le hicieron todos los estudios, ahora hay que esperar y que descanse. Ella de a poco empieza a volver en sí, a hablar parecido a cómo habla, a hacer menos preguntas. Después de tantas horas por fin podemos hablar. Le pregunto qué se acuerda. Me dice que nada, que se acuerda de bailar conmigo y con Fabi, de ir al baño. De cómo charlamos con la prima de Flor, de las cosas que probamos en la cena, del amigo de Flor recién absuelto y liberado después de haber sido acusado de matar a su madre en un confuso episodio, de un mozo sexy. Cada cosa que le digo le trae otro recuerdo, y de a poco vamos armando el rompecabezas de la noche. Cuando vuelvo a entrar está desencajada, la cara ya la tiene desfigurada así que es imposible detectar una expresión. ¿estás bien? Pregunto. Me acuerdo hasta el momento en que estaba bailando arriba de la mesa, me dice. No me quería bajar, y no sé por qué. Vuelve a aparecer Claudio, yo le digo que se quede afuera del box si quiere, Kari me pide que llame al padre de su hija y le cuente, le pregunto si va a estar bien, salgo y lo hago. Cuando vuelvo a entrar un enfermero está echando a Claudio, y ahora parece que va en serio, habla de seguridad y lo veo irse hacia la puerta, malhumorado. Kari me mira y me dice: Ya sé por qué no quería bajarme de la mesa, dice Kari. Porque es al único lugar que Claudio no llegaba.