veleros

Ese que es uno y es muchos. Ese que significa libertad, comunidad, felicidad. Él, es el primer optimist que fue mío propio, al que le compre “cositas” para que navegara más rápido, para ganarle a todos, para que respondiera al más mínimo movimiento de mi cuerpo. Que poder para una niña de 13 años, escaparse un día de semana, sola, adentrándose en el río. Fue también el H20, con sus cuatro cuchetas, la posibilidad de cruzar el charco sólo con el empuje del viento. En él disfrute la eroticidad en ser la capitana de 3 hermosos muchachos, haciendo indefectiblemente todo lo que les ordenara. Lo armamos entero pensando cada maniobra para que resultara grácil de usar, cómodo, experto. Que recuerdos, cuantas medallas ganadas. Luego llegó el Misterio, un plenamar 24, ya permitió entrar parado, todo amplitud y serenidad, estable y seguro. Hasta su bodega de madera lustrada era señorial, casi te permitió pensar que eso era todo. Y apareció el Papaya, lo encontré en una de las últimas opciones de googlear “barcos de alquiler sin tripulación”. Lo conocimos en el puerto de Valencia. Un sueño de 50 pies, fue amor a primera vista. Nos cruzó hasta Ibiza como flotando en una alfombra voladora, con delfines danzando a su alrededor, glorioso. Nos alimentó de todas las maneras posibles, de su cocina salieron los manjares más suculentos, sobre su cubierta amanecieron y atardecieron los paisajes más increíbles, volvió mi sangre mezcla salobre de cubas libres y vinos verdejos. Estoy lista, mi amor, para ese que está por llegar. No sé todavía donde nos encontraremos, pero lo estoy buscando como sé que él me busca a mí. Sus estrellas me guiarán por el resto de mi vida, se llame como se llame.