Carmela entró en su antro preferido y le dijo al barman que le diera su trago típico, un whiskycola. Solamente llevaba unos 4 años siendo mayor de edad y pudiendo ir al bar pero ya era una más entre los 5 viejos que están ahí todas las tardes en los últimos 20 años. Era una rubia muy bella con ojos celestes y un cuerpo atlético. Estaba usando un vestido rojo que mostraba todas sus curvas. Era el sueño de todos los viejos verdes que frecuentaban el bar acostarse con ella pero sabían que ella nunca iba a estar dispuesta. Así que todos se cagaban de risa bromeando con ella y compartían un montón de chistes juntos, sobre todo con Gustavo, un gordo de 55 años.
Un policía entró y le acercó al barman. Le dijo que recibió un reporte de una mujer que encontraron muerta por debajo un puente. Tras una autopsia encontraron roofies en su sangre y llagas alrededor de su vagina. La investigación le llevó a ese bar como el último lugar donde la vieron. El policía le mostró una foto al barman y el barman la reconoció. La llamó a Carmela para preguntarle si conocía a la mujer. Carmela dijo que la conoció la noche anterior cuando estaba en el bar. Charlaron un rato pero después se puso a charlar con Gustavo y vio que se fueron juntos. Para el policía fue la evidencia suficiente para llevarlo en cana a Gustavo.
Una mujer con unos 35 años y un look sofisticado de bibliotecaria vio la escena y le acercó a Carmela para consultarle que pasaba. Carmela le contó y la mujer reaccionó con bronca. “La violación y el femicidio es la expresión más extrema de la violencia, y la violencia contra las mujeres es la más extrema de la discriminación.” Carmela respondió, “Claro. Una sociedad que sigue sosteniendo y permitiendo la desvalorización de las mujeres, la cosificación, la violencia simbólica a través de los medios de comunicación y de los discursos de formadores de opinión, es una sociedad que más allá de las declamaciones, aún sostiene una estructura social patriarcal de sometimiento de género.” La mujer sonrió por la proclamación que escuchó. “Como te llamás,” Carmela le preguntó. “Soy Mónica.” “Mónica. Mi mejor amiga de la niñez se llamaba Mónica.” “Se llamaba?” le preguntó. Carmela suspiró y dijo “lo que pasó ayer a esa pobre mujer pasa demasiado seguido a nosotras. Mónica, te puedo invitar a un trago? Que tomás?” “Piña Colada” dijo Mónica. “Que trago de chicas!” Carmela dijo riéndose y le tocó el pelo.
Tomaron varias rondas alternando quien invitaba y se emborracharon. Hablaron de todo y de nada. En algún momento Carmela puso su mano sobre la pierna de Mónica. Mónica de repente cambió su humor. “Carmela, perdón, pero estoy interesada en los hombres. Tengo que ir al baño, ya vengo.” Cuando volvió tomó un sorbo de su bebida. “Interesante. Esta piña colada de repente tiene un gusto más amargo. Y es más oscuro. Y por que hay estas burbujas? Este coctel no tiene gas.” No es nada, le aseguró Carmela riéndose. Siguieron tomando por un par de horas y Mónica ya estaba muy intoxicada y ya estaba tocando la cintura de Carmela. Carmela proclamó “Estás borracha. Te llevo a casa.” “Dale” respondió Mónica. Carmela esperó hasta que nadie estaba mirando y salieron juntas.
El día siguiente en casi la misma hora el policía volvió al bar diciendo que una mujer identificada con el nombre de Mónica fue encontrada por debajo del mismo puente en el mismo estado como la mujer de anteayer. El barman indicó que la vio a Carmela hablando con ella la noche anterior. El policía le preguntó a Carmela si sabía con quien salió la mujer. Carmela dijo que charlaron un rato pero después se puso a hablar con el mejor amigo de Gustavo y se fueron juntos. El policía alcanzó las esposas y lo llevó en cana al viejo.
Cuando el policía salió con su prisionero Carmela le miró a una mujer que estaba sentada en el banquito a su lado que había escuchado todo y tenía una cara de espanto. Le proclamó “Vamos a descubrir quienes son todos estos asesinos antes de que sea tarde. Por la justicia. Por la verdad. Ni una menos.” Empezaron a charlar.
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