Los más y los menos.

I. Me acuerdo que estábamos reunidos en la terraza de una casa. No recuerdo el motivo, un cumpleaños tal vez. Una “juntada”, dirían hoy mis hijos. Me acuerdo que estaba Beto, un compañero muy simpático con el que coincidía en pocas materias. Beto tenia una melena larga, enrulada. Un buen día apareció rapado. Era otro. Quería que lo tomaran mas en serio en su trabajo y dejar de ser cadete. Me acuerdo que estaba la novia de Beto. Más grande que nosotros. En esa época yo tendría unos 20 o 22 años. Ella sí ya tenia un trabajo en serio, esos de todo el dia, que te hacían ver como que era algo importante. Era en una empresa de telefonía. El boom de ese momento, inicios de los 90. Me acuerdo cuando contó cómo, casi de la noche a la mañana, el negocio de la venta de celulares había explotado. Se vendían como pan caliente. Era el sueño de James Bond, el Super agente 86 y los Supersónicos hecho realidad. Una profecía cumplida. En ese momento, cuando recién empezaba, no sabíamos que la telefonía móvil venia a revolucionar nuestra vida.

II. Mediados de 1997. La cola era larga. Habían venido de Miniphone a ofrecer un beneficio a todos los empleados. Y yo estaba ahi. Con mi primer celular en la caja. Había entrado a jugar en las primeras ligas.

Era un Ericson, pesaba un montón en la cartera. El abono era carísimo. La batería se agotaba en horas. Lo prendía de a ratos, para ver si alguien me había llamado. Quién me iba a llamar si casi no había compartido mi número con nadie. Me daba un dejo de pudor andar mostrando el celular, aparentaba ser lo que no era.

III. La tecnología se volvió vieja. No tan rápida como en estos días. Pero sentí la necesidad de actualizarme. Ya no daba vergüenza andar hablando con el celular por ahí. Estaba normalizado, hasta marcaba un cierto status. Seguia siendo caro. Me compré el de la tapita. Color azul. La tapita, con el tiempo se rompía. No recuerdo la marca.

IV. Llego el Motorola. El que todos tenían. Ligue uno de un primo que vivía en EEUU. Allá ya era viejo. Acá no. En ese momento duraban muchos años. Bueno, más que ahora. Ya para ese entonces era habitual enviar mensajes de texto. SMS. El día después que nació Salvi, Mariano atendió el teléfono, seguro eran saludos. No sé como se le resbaló de las manos y fue caer en el único lugar donde había agua. Una jarra.

V. Si bien sobrevivió despues de una temporada enterrado en arroz, cuando volví a trabajar me compré uno nuevo. El último Motorola. En cuotas. Lo perdí antes de terminar de pagar la última. “Dame uno que no sea muy caro”, le dije. Estaba enojada conmigo mismo por haberlo perdido. Fue mi primer Samsung. Lo amé, con pantalla deslizable y letras de colores. Como esas cosas por las que no damos dos mangos y te sorprenden profundamente.

VI. De repente y sin darnos cuenta, ya estamos en la era del smartphone. Mientras esperábamos el vuelo en Francfort le pregunte a un ingeniero de la planta que viajaba conmigo, sobre qué me convenía comprar si un iPod o un iPhone. “Son dos cosas distintas, me dijo”. iPhone o Blackberry, esa era la cuestión.

VII. Estaba de licencia por el nacimiento de Joaquin cuando vinieron de la empresa de telefonía a traerme mi primer Iphone. Miniphone ya había dejado de existir. La tecnología avanzaba más rápido de lo que podíamos aprender. El muchacho que vino puso el chip al revés. Por eso no funcionaba. En el trabajo me dieron una BB. Ahora podía también mandar bbm con las mamás del cole. Quien podía pensar en los chats de mami en esa época. No fue hace tanto tampoco.

VIII. Como quien abraza una religión, me convertí en una Apple Lover. Fiel creyente. Cómo alguien pudo crear una tecnología tan perfecta?. Maravillas de la genialidad humana.

IX. Empecé con el 4, luego el 6, el 11 que compré al día siguiente de haber sido lanzado. El Ipad Air 1, el 2. El Apple Watch fue regalo de cumpleaños. Y la Macbook mi merecida recompensa. Cada uno pertenece a algún lugar distinto. Si fueran personas tendrían diferentes nacionalidades. Acá no se pueden comprar. O sí, pero qué precio?

X. Ya no es sólo un teléfono. Es un tesoro de un valor incalculable. Esas fotos que todavía no subiste a la nube, o bajaste a la computadora. Como era la vida social antes del smart phone?. Como explicarle que acordábamos por teléfono el lugar y la hora donde encontrarnos, y ahí estábamos. Y si no llegaba, bueno, a esperar a llegar a casa para averiguar. O en el teléfono publico si tenias cospeles.

IX. Los inmuebles valían mas si tenían teléfono. Estaba también el plan Megatel. Y si no, la vecina. Lo difícil eran los veranos. Había que esperar a volver a la escuela para reencontrarte con tus amigos. Ni hablar cuando estabas de viaje!

VII. Durante las clases, si alguien te quería invitar a su casa, su mamá enviaba una carta en el cuaderno de comunicaciones para la mamá del invitado, y, a su vez, le pedia a la maestra que la pusiera en el cuaderno del invitado. Se precisaba de antelación y protocolo.

VI. Las fotos se sacaban con cámaras de fotos. Con rollo que se revelaba. Y era caro. Había que esperar para verlas. A veces meses. Una cantidad finita, 24 o 36. Blanco y negro o color.

V. La portabilidad de la musica empezó con el walkman, corría la era del cassette.

IV. Los contactos se guardaban en agendas escritas a mano, y se describían cada año. Y para buscar los números que no conocías estaban las guías telefónicas, que se actualizaban anualmente. Cual de todos los Romero, Jorge que aparecían seria el que estábamos buscando.

III. Había que ser desenvuelto para preguntar por alguien cuando te atendía otra persona. Y más si era el padre… Y para responder el interrogatorio sobre quien era que había llamado.

II. Para ubicarte como llegar existia la guía T o la Filcar que comprabas en el kiosco o al vendedor ambulante del subterráneo.

I. No estábamos todo el tiempo ubicables. Pero estábamos.