Las vecinas

Del ventanal del 8vo B cuando cae el sol, se empiezan a ver rectángulos de luces disparejas del edificio de enfrente. Luces cálidas y frías, sombras caminando. Ventanas minúsculas y ventanales. Mi ventanal al balcón es mi mejor cuadro. Me invita a asomarme al balcón para ver las estrellas del horizonte urbano donde se escucha la fauna local. Mis vecinas de 7B y 7C, Olga y Carmen. Son aliadas... aliadas entre ellas. Hablan de sus balcones la política local, así me enteré de que planificaron poner cámaras en todo el edificio. Entiendo que Netflix no está innovando y necesitan variedad. Joven, bella y soltera, ¡era la que evidentemente que iba a tener la vida más interesante! las cámaras de monitoreo continuo M78J las habían puesto para mí. Tendría que ver como manejarme de ahora en más.

La primera noche de las cámaras, antes de salir a dejar la basura, me definí los rulos y me puse un labial rojo carmesí con toques de Malbec. Lamentablemente las escuche hablando de balcón a balcón, y no vieron la performance. Era solo el precalentamiento, sabía que mis numerosos pretendientes entrando a mi departamento les iban alegrar las noches a mis vecinas. Seguramente estaban aburridas de estar hace añares conviviendo con esos viejos retrógrados.

La noche del jueves me visitaba Marcelo, estaba preparada para abrir la puerta de entrada de la calle del edificio. ¡Ahí había 2 cámaras! no podía fallar. Bajé de la parte de arriba del placar unos taco aguja rojos y un tapado blanco. Marcelo no era de los mejores, pero con el tapado le ponía toda la onda a la situación. Escuché el timbre y salgo al palier a llamar al ascensor. Cuando me bajo del ascensor, camino por el hall de entrada moviendo las caderas, preparada para los flashes. Marcelo me mira sorprendido, entra rápido y llama el ascensor encorvado. Antes de subir, mirando a las cámaras le encajo un beso. Se nota que lo volví loco, solo quería ir rápido a mi depto y cerrar la puerta. Cenamos en el balcón bajo la luz de las ventanas. Donde las escuchamos, Olga y Carmen no podían parar de susurrar. Me sentía orgullosa. Evidentemente las cámaras y las luces son lo mío.

A la mañana siguiente, me desvelé a la madrugada antes que se vaya Marcelo y baje a buscar algún pecado para compartir en el desayuno. Recién estaba saliendo el sol, me asomé al balcón, donde había un cálido silencio. Salí de mi departamento, me puse los anteojos de sol nacarados, el tapado y caminé hasta la panadería, donde estaban mis vecinas esperando fuera de la puerta del local. Estaban compenetradas con una mirada cómplice y risueña entre ellas. Olga le despejaba la frente de los cabellos a Carmen con dulzura, mientras una briza abrazaba la cuadra. Se rosaron las manos y entraron a la panadería. Me cerré el tapado y volví sobre mis pasos al departamento.