castañuelas

Ya no faltaba nada. Martín por fin había desplegado todos los instrumentos sobre la mesa. Aquel joven con porte decidido pero con gestos tímidos miró el reloj que señalaba las 11. Era todavía muy temprano y tenía todo el día para ensayar su primer gran concierto ante una multitud. Repasó mentalmente la partitura con la ducha de la mañana y se dispuso a estudiar. Pero había un algo que lo inquietaba además de sus nervios habituales y no entendía bien por qué. Parado frente a su mesa de trabajo, sentía que un objeto lo observaba a una cierta distancia, en las alturas. Miró hacia la biblioteca. Un libro le llamó la atención. Era un libro muy antiguo que llevaba una neblina de polvo al tocarlo. Una sensación de escalofrío corrió por todo su cuerpo. Algo le dijo que debería leerlo pero al mismo tiempo no podía detenerse. Al abrirlo podía escuchar el sonido de los instrumentos que había dejado sobre la mesa pero estaba sonando un ritmo que nunca había escuchado. Decidió agarrar el libro, no leerlo, pero tenerlo en sus manos, entender porque ese libro olvidado lo llamaba. acercó la escalera a la biblioteca, subió los primeros escalones viendo como se alejaban los instrumentos sobre la mesa, como el ángulo de las cosas cambiaba, viendo su escritorio por primera vez desde arriba. Subió mecánicamente, al llegar al último escalón, dirigió su mirada al libro para darse cuenta de unas castañuelas olvidadas delante del mismo. No era el libro que lo llamaban eran las castañuelas. No recordaba cómo llegaron ahí, alguna vez con unos gitanos le habían enseñado a tocarlas, pero no recordaba tenerlas ni perderlas. ¿Cómo podía estar sucediendo que las castañuelas produzcan un sonido sin que alguien las esté tocando?, definitivamente los nervios de la función de esta noche lo estaban afectando más de lo normal. Martin miro el reloj , peino su flequillo con un suspiro y volvió por el corredor con las castañuelas y el libro antiguo en cada una de sus manos. Al doblar a la esquina y ver el reloj nuevamente, empezó a escuchar el sonido las resonancias lejanas que producía el sonido de su violín. El libro negro pegó un salto entre sus manos y de un golpe que le llegó hasta el cerebro lo dejo caer y con el , el polvo de las hojas que caían desordenadamente sobre la alfombra. El miedo lo atrapó una vez más, como quien sabe que algo fuera de lo normal está sucediendo. Había viajado a Bulgaria, donde lo gitanos le habían dicho que las castañuelas no eran para cualquier persona. Parecían simples de tocar, cosa de niños, pero no, había que saber algunos trucos. ¿Había sido el movimiento de la construcción de al lado? No, eso no podía ser. En todo caso tendrían que haberse caído al suelo, no haber sonado con ese sonido mágico que lo hacía sentir, ahora, en otro mundo.