Infiltrado en el tiempo

Era encontrar esos momentos entre momentos. Parece complicado, pero es simple. Es así, estás con alguien, esta persona te sirve café y te ofrece azúcar. En ese momento, entre que te sirva el café y te ofrezca el azúcar, en esa fracción de segundo, ahí es donde hay que entrar. Dar ese paso adelante en la historia. Cuando vemos apoyar la taza de café en la mesa, y antes de escuchar la oferta del azúcar, vemos el bolso. Se ve el bolso, se escucha azúcar. Estás frente a esa persona, tenés más dudas que certezas, mientras el café humea y no podés dejar de mirar el bolso rojo, pensás, y pensás que decirle. Sobre vos, sobre ustedes, sobre todo eso que dejaron de ser. Al mismo tiempo te pensas bien para adentro y te preguntas ¿Por que sigo acá? Porque por algo sigo. El café esta rico, algo dulce, pero rico. Era un café importado de Colombia que le había regalado Ana un sábado a la noche. El segundo de café fue mas corto. La boca estallaba de música de Colombia. Cafe y tiempo, dos cosas que nunca se me había ocurrido relacionar. Sin embargo me veía forzada hacerlo. Entonces entendí. hay infinitas formas de hacerlo todo, incluso el café, puede ser algo simple, solo unas cucharas con agua cuando es instantáneo, o podíamos complicarlo mas agarrar granos molerlos y seguir un proceso milenario. Elegía la opción de acuerdo a cuanto mas quería espaciar mi momento. Buscando algo que me saque de lo que tenia que hacer, regulando cuanto extra me quedara entre cada pausa. Pasaba mañanas enteras debatiendo sobre esto. Jamas pude ser tan expeditiva como mi abuela. Ayer tuve un sueño turbio soñé que me chapaba a mi abuela. Su boca tenía gusto a café quemado. Un café perdido en el tiempo. Un café rancio. Como si fuese un café instantáneo que durará toda la vida. Un instante que dura siempre. Sin vida y sin muerte al mismo tiempo. A medida que tomaba ese café, pensé en el cuerpo desnudo de mi abuela y como ese café que acababa de tomar me recordaba a ella. Me calentaba un poco pero era un pensamiento tibio como ese café rancio rebajado con leche. Una leche podría haber sido mía pero no lo fue. Pensé en la oportunidad que perdí por haber dejado que enfriara el café. Cuando hay un café molido recién hecho caliente, no hay que dejarlo pasar, hay que agregarle un poco de leche, y saborearlo sentirlo. El tiempo no se repite, solo tenemos una oportunidad. Uno se puede infiltrar en el tiempo como un filtro en una máquina de café, hay que agarrar la tibieza antes que se enfríe. Es ahora o no nunca, no se puede volver el tiempo atrás, me dije para darme aliento. Me paré. Me acerqué hasta la barra. Un señor sacó los ojos del diario y murmurándome algo se dio vuelta a mirarme el culo. No era mi objetivo. Me había levantado con otro rumbo, pero el calor del café ya estaba en todo mi cuerpo. Giré con una sonrisa, me acerqué suavemente hasta él y cuando mi mano izquierda se cerró, mi puño impactó contra su mandíbula decrépita que todavía mostraba esa lengua podrida relamiéndose el labio superior. El viejo cayó al suelo desde su banqueta alta. Uno de sus dientes se desprendió y rodó por el suelo marmolado. El bar hizo silencio y miró hacia donde estábamos el viejo todavía tendido en el suelo y yo. Qué hubieran hecho ustedes? Dije mirando a las mujeres que estaban presentes. Después me dí vuelta y salí del bar. Nadie se interpuso.