Los minutos contados

Me paré en la tranquera y esperé. El hombre se acercó con los borcegos todavía húmedos por el rocío. Le dijo que quería un viaje y sacando una línea de trigo de su boca chamuscada por el sol bajó la cabeza en gesto de saludo y me dio la espalda. Caminó en la dirección contraria que había tenido hace un instante. Solo podía ver su espalda dura por el trabajo, su paso cansado pero firme, y su chaleco negro que se disolvió rápidamente en una bruma extraña para la hora que era. Lo esperé allí con la mochila puesta, la cantimplora llena de agua y una fruta. Dudé aunque era el lugar pactado. Todo era tal como lo había soñado. Tal como se había desvalecido el hombre apareció una vez más, esta vez con algo entre sus manos. Extendió su mano izquierda con el paquete. Lo recibí. Miré su interior y el universo se abrió ante mis ojos en un manantial de colores y olores. Empezó a crecer en intensidad, rápidamente cegó de blanco mis ojos con un resplandor y lo sentí despegarse de mis manos. No como si levitara, sino como si lentamente se fuera sublimando en un mundo de sensaciones, emociones y pensamientos. En un flash me encontré en un mundo de película. En casi un abrir y cerrar de ojos el panorama se habia enturbiado, la silueta del hombre se mantenia disipada y conforme avanzaba el tiempo la incertidumbre no mermaba. Todo esos colores y olores se impregnaron en mi ropa y en mi imagen mental. No me pude desprender de toda esa oleada así que preferí hacerme parte y fundirme con ella. Yo no me pare ni tampoco espere, algo o alguien me empujo al abismo para caer sobre una cajonera de recuerdos, llaves viejas, cartuchos de nintendo y medias rotas trites y solteras. Sabía que era un envío especial. Una notificación de más allá para llevarme un recado de peligro. Era un peligro que me fascinaba y hasta me excitaba. Sabía que mi destino yacía adentro. Lo volví a mirar. Ese universo que previamente se había abierto iban cerrando rápidamente. Un susto me dio cosquillas en el interior de mis huesos y con una sonrisa retorcida me hizo saber que la muerte me esperaba. Espere sin esperar, con los ojos bien abiertos, no quería que me tome por sorpresa. Escuchaba cada sonido, prestaba atención hasta el mas minimo cambio. 10 minutos podían ser todo y nada, durar para siempre o desaparecer. No quería asumir la realidad, pero iba a llegar aunque tratara de que no, me alcanzaría, ya no la pude ignorar sabia q eran poco lo que me quedaba, aproveche cada instante pero se iba haciendo mas pesado. No había mas. me lo habían dado todo. hasta esa yapa. Me sente agradeci y parti en paz.