El Burdel del Pacha

Lo llamaban ‘El Burdel del Pacha', una vieja casona que por fuera parecía una casa abandonada y esculpida por viejas enredaderas quemadas por el sol. pero que por dentro se escondía un mundo gobernado por el color violeta, muebles enfundados en terciopelo, burbujas de champagne, humo de cigarrillo y un manjar de diosas del Olimpo que esperaban con ansiedad la llegada de hombres hambrientos de deseo.

Se me hizo difícil encontrar la casona la primera que fui. Recuerdo que tenía 17 años cuando La Mimosa me abrió la puerta y me miró con cierto aire de grandeza "¿Y vos quién sos?", me dijo. "Soy Paulina, la prima de Gisela. Me dijo que ustedes estaban buscando gente joven". “¿Acaso me ves vieja a mi?”, me preguntó La Mimosa. Yo en ese momento no sabía que responderle. La Mimosa era una señora grande, difícil de saber con exactitud la edad. Se vestía como lo hacían las actrices de la década del 40. Tenía una peluca ‘Rita Hayworth’, como ella la había apodado, un vestido de seda con la cintura bien marcada, guantes largos, zapatos tipo salón y un collar de perlas. Era como si estuviera viendo una película antigua. Mientras me miraba con desconfianza le daba una pitada a su cigarrillo, que obviamente tenía una boquilla. “Pasa nena. Deja los zapatos en la entrada. Acá solo usamos tacos, lo que llevas puesto es un insulto de mal gusto para esta casa”. Mientras entraba por cada uno de los salones de la casa no podía dejar de asombrarme el despliegue de muebles antiguos como si estuviera entrando en un anticuario. La luz no entraba, a pesar de que había grandes ventanales que habían sido pintados de negro y rojo. Las mujeres estaban encorsetadas deleitando a cada uno de sus clientes. Viejos, jóvenes, ricos, divorciados, fetichistas, sados, todo un zoologico de animales rendidos a los pies de estas ninfas. Subimos y entramos en una de las habitaciones "¿Es tu primera vez o tenés algún tipo de experiencia en la profesión?" "No es mi primera vez", le dije. "Bueno nena entonces vas a tener que hacer un curso intensivo de un mes. Tu rol va a ser desde hoy hasta que yo te diga, asistir a las mayores. Te vas a encargar de que en cada habitación haya condones, lubricante, alcohol, agua, y vas a cambiar las sabanas cada vez que se vaya un cliente. También te voy a cambiar esa ropa inmunda que llevas puesta y te vas a poner este vestido. Tu vida como la conocías hasta ahora quedó en el pasado. De ahora en más sos Nancy".

Cuando bajamos a la cocina me presenta a dos de las chicas que estaban preparándose un trago. Violeta y Nadine. Nadine era cordobesa. Lo supe por el acento marcado. Ella había sido enfermera, pero un incidente de mala praxis la había expulsado de la medicina y despues de años de depresión e intentos fallidos en el mundo de la legalidad la condujeron hasta el Burdel del Pacha. Sin embargo, su pasión por el cuidado de la salud lo sigue ejerciendo y hoy es la persona que se encarga del bienestar de todas en la casa. Nadine le encanta usar un atuendo sexy de enfermera junto con una cofia que ella misma hizo. Violeta la trajo el viento sonda de la cordillera. Se escapó de un padre abusador a los 12 años. Fue La Mimosa quien la encontró mendigando en la calle. Sus rasgos alemanes, cuerpo esbelto y estatura de 1.80 la convencieron a La Mimosa que esta criatura tenía el potencial de convertirse en la Prima Donna de la casona. A pesar de su pasado oscuro Violeta era un ángel bondadoso. Nunca levantaba la voz ni insultaba. Carecía de resentimiento y siempre te regala flores que robaba de los jardines aledaños del Burdel. Ambas me miraron de arriba abajo ese día que llegué por primera vez a la casona. Y como hermanas que nunca tuve me extendieron una copa de champagne para brindar mi bautismo. "Basta chiquelas de tanto festín y vayan a trabajar que hoy la noche está atestada de clientes hambrientos". En ese momento entró a la cocina Concepción, una andaluza lista para reventar cualquier tablado. "Pos kiya y tu quien eres?" "Soy Pauli… digo Nancy. Sos nueva. Ole! Bienvenida a LA Feria de San Pacha". Concepción sin duda era la alegría del burdel. Alegre pero de espíritu bravo. Su corazón era indomable al igual que su deseo. Trataba a cada cliente como si fuera un potro salvaje, mismo aquellos que pocos años de vida le quedaban. Para ella todo hombre o mujer merecían que le dieran el mejor sexo de su vida. "Los seres humanos se merecen un buen polvo", decía, "por lo menos una vez en su vida". Porque para Concepción la gente que venía al Burdel eran fantasmas infelices que necesitaban que los trajeran de vuelta a la vida. Infelices que renacían. Pero que nadie nunca sabría el porqué de su felicidad.

El Burdel de Pacha era un rejunte de almas perdidas provenientes de los cuatro puntos cardinales del planeta. Pero que en esa casona habían encontrado un hogar, un lugar dónde podían ser libres y fantasear sobre el rol que le antojara cumplir en sus vidas, sin ataduras, ni prejuicios.