Fue una grieta inesperada. Apareció de sorpresa sin previo aviso. La grieta tenía ramificaciones como un árbol centenario, que se levanta erguido y estable. No sabía si esas ramificaciones conducían a alguna parte o de donde provenían. Simplemente se dio a conocer una mañana de agosto… como un accidente brutal que irrumpe en la paz cotidiana.
Me quedé mirándola por un rato. Sus rajaduras me hipnotizaban, había algo en su relieve oscuro que me llamaba. Cada vez que la observaba me hundía en un estado de levedad, como si me transportara a otra dimensión. De tanto mirarla no tuve tiempo de bañarme, y tuve que salir corriendo sin desayunar para no perder el tren de las 8.15.
Al día siguiente llamé al encargado para que le echara un vistazo para ver si la podía arreglar. Por suerte coordinamos para que esa tarde vinIera con los materiales. Su trabajo fue rápido, en 30 minutos ya había sellado la rajadura. Ahora sí. Volvimos a la normalidad. Mi pared se veía como nueva. Hasta había quedado mejor que antes. Satisfecha por mejorar, por fin, algo de la casa me fui a dormir con una sonrisa.
A la mañana siguiente el despertador me levantó como todos los días a las 7.30… con los parados pegados levité hacia la ducha. Después de mi bautismo matutino, me vestí con el conjunto que ya había preparado la noche anterior. Prendí la cafetera e hice la cama.
Cuando levanté la cabeza no podía creer lo que mis ojos estaban viendo. Ahí estaba… otra vez la grieta en la pared ¿Cómo puede ser? ¿Será que el edificio tiene un problema estructural? No puede ser. Me acerqué para verla con más detalle. Apoyé mi mano para ver que tan profunda era. Y por la rendija de una de sus ramificaciones sentí un ráfaga fría. Como si del otro lado hubiera algo. Poco a poco sentí que el frío se apoderaba de mi. Y me ví parada en mi habitación con los pelos frizados, la boca azúl, el cerebro congelado. Era yo reflejada en un espejo de hielo. Como si estuviera en otra dimensión, una realidad que no existe pero que está entre mi habitación y otra habitación. Como una realidad que ocurre en paralelo, por lo bajo, donde mi existencia es otra.
En ese azul álgilo y silencioso mis cosas, mi vida, mi ser se habían detenido… ya no me movía ningún deseo, obligación o necesidad. Estaba quieta, en paz, dormida… hundida en una dimensión atemporal. Lo único que sentía era el latir de mi corazón. Todo lo demás se había detenido, como si lo único que tuviera sentido fuera mi ser suspendido en ese espacio. Cerré los ojos. Dormí. Nose por cuanto tiempo… quizás todavía no me desperté y sigo atrapada en este cuarto azul, mirándome del otro lado de la grieta.
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