La salvación de varios

...un collage controlado - 01.04.2025

Avisaba que llegaría con demora, 8:47 decía… y no se cómo lograba tal exactitud, pero allí se presentaba, sin el mínimo gesto de duda, logrando además que la mitad de nosotros perdiéramos otra vez la cena de la semana. Además, entraba impecable, de pies a cabeza, ni un rulo fuera de lugar, ni una arruga en su camisa almidonada, y los zapatos lustrados como llegando de la zapatería de la esquina. Recuerdo que me robaba una risa irónica cada vez que repetía su anécdota de haber obligado a su pareja del momento a limpiar los azulejos del baño, cada mañana después de una ducha. Todas sus parejas anteriores duraron menos del lapso necesario entre estación y estación. Así y todo, se ocupaba de todo, menos de ajustar sus costumbres, sus mecanismos. Había días que, con ese mismo mecanismo potenciado, mostraba su ira contenida, maldiciendo a cada pobre infeliz que pasara a su lado y/o atisbara a dirigirle la palabra. Encontraba y escupía palabrotas y frases intranscribibles, las cuales yo jamás había escuchado ni volvería a oír. Otras veces optaba por el silencio, pero echaba unas miradas que decían más que mil palabras. Me acuerdo el día que empecé a pensar que escribía sin respiro desde la bicicleta fija o alguna otra máquina del gimnasio y entendí por qué regresaba sin restos de desgaste y con más ansiedad que antes de haberse ido. Los días de lluvia llegaba temprano, antes del primer chaparrón. Durante los almuerzos elegía los panes quemados y prefería la segunda mesa desde la ventana, arreglada siempre para 4. Se plantaba ahí y no se movía a otra, así fueran 2 ó 6 comensales. Lo mismo si iba en solitario. No conoció el transporte público. Tampoco los de otras ciudades y otros lugares del mundo. Esperaba el tiempo que fuese necesario hasta poder subirse a un taxi libre de sus marcas preferidas -Citroën o Renault, sin excepción. Algunos días también chequeaba las patentes, asegurándose que el auto no tuviese más de 18 meses de uso y andadas. No mentía. Jamás. Sí solía ocultar algunas partes o relatar a medias. Cuando algo le angustiaba sus frases perdían fuerza al terminar. Su cuerpo y sus gestos no transmitían lo mismo. Odiaba salir de vacaciones, aunque tan solo fuese una escapada de dos días, o una tarde de picnic en las afueras de la ciudad. Algo similar a lo de los restaurantes y los autos le pasaba con las marcas de ropa y con los viajes en avión. Tenía pasión por los dulces, aunque optaba por ellos a modo “permitido de la semana”, y encima los racionaba para no sobrepasarse. Al final siempre se terminaba comiendo alguna ración rancia. Con la bebida no gestionaba de igual manera los límites, llegando hasta la perdición. Su perdición. Y la salvación de varios…